El refectorio, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, es la habitación destinada para juntarse a comer en comunidad. La palabra deriva del latín “refectus” (refección o alimento), y “refectorium”, que significa “lugar al que se va para ser restaurado” (cf. “restaurante”). En la historia de la arquitectura religiosa (monástica y escolástica), este espacio es comúnmente de planta rectangular y se ubica en la galería opuesta a la iglesia. Un cambio en el uso del espacio fue realizado por el rector del Colegio, Juan Fernández de Sotomayor en 1823, decretando que en vez de leer la Biblia en el refectorio, se debía leer la Gaceta de Santafé, una publicación periódica que difundía noticias de la liberación de los territorios y los adelantos de la naciente República. En el muro del fondo (espaldar del altar de la Iglesia de la Bordadita) se aprecia un cuadro de la Cena de los Discípulos de Emaús. Es una alegoría a la Última Cena muy acorde con el uso original. El hoy Teatrino de la Universidad del Rosario, reinterpreta el restaurarse, a través de la creación de comunidad y cultura.
La propuesta para el Teatrino (antiguo refectorio del Claustro de la Universidad del Rosario) quiso atender un importante encargo: el de materializar el NOVA ET VETERA (lema universitario) desde la composición de un espacio vanguardista y atractivo para la innovación, el arte, la tecnología y a su vez, respetuoso con los valores patrimoniales de un lugar simbólico para el país y la universidad.
La universidad necesitaba readecuar el espacio existente para permitir nuevos usos académicos y culturales que le devolvieran la vida a este importante lugar. El reto estaba en exaltar lo antiguo con lo nuevo, conformar un lugar de permanencia que hiciera más lento el paso obligado de quienes llegan al campus, atrapando la atención, en una época en la que todos vamos corriendo inmersos en las pantallas de nuestros celulares.
El silencio como postura permite que el protagonismo recaiga en el patrimonio construido e inmaterial, entendiendo el último como la actividad y las sinergias de la Comunidad Académica. La experiencia del espacio comunica entonces la convivencia armónica del conocimiento en constante producción y los valores históricos inmutables, en una imagen institucional renovada que se exalta para abrazar la creatividad y la cultura mediante un espacio que permite encuentros cotidianos y eventos.
Mediante el encadenamiento de ámbitos que van armando escenarios para la vida y equilibrando polos aparentemente opuestos pero que en realidad son complementarios, se logra una continuidad espacial y temporal (un paso del Claustro colonial al republicano) a través de una atmósfera acogedora con cálidos materiales e iluminación.
En el Patio Republicano y Sala de los Trofeos, se quiso conformar una topografía interior con cielos y suelo nuevos que invitaran a permanecer en un sitio que antes solo era de transito. Con cielorraso y pisos en madera nueva, se buscaba exaltar la belleza austera de los muros blancos y puertas antiguas existentes, permitiendo el encuentro y la estadía de los visitantes con mobiliario flexible y fijo.
En el Teatrino se buscó desnudar los muros quitando el pañete que les habían puesto para que pudiesen respirar, facilitar su mantenimiento y mostrar la textura de su materialidad original mediante un sistema de paneles corredizos y graderías -que sirven para acoger al público y las exposiciones- que además, junto con las gradas móviles, exaltan la presencia de los valores históricos, simbólicos y estéticos de la columnata y el cielorraso adornado con la Cruz de Calatrava. La Iglesia de la Bordadita, a espaldas de este espacio, se integra al proyecto al enmarcar el muro que contiene el altar mediante un recuadro que además de permitir un lugar para disponer la historia y los planos del edificio histórico, sirve para generar una direccionalidad que señala su importante presencia dentro del conjunto.
La flexibilidad es una búsqueda fundamental para permitir dinámicas existentes y atraer otras nuevas sin afectar el patrimonio. El repertorio compositivo usa como recursos los binomios luz-sombra, dinámicas-estáticas, llenos-vacíos, memoria-visión, drama-comedia, entre otros, dispuestos en una caja vacía que se llena con las experiencias significativas de quienes lideran la evolución de la ciudad y del país desde la educación. Con ello, el Teatrino se vuelve a fundar y se presenta renovado como un espacio de encuentro y creación, un nodo cultural dentro del centro histórico de la capital colombiana.
Autor(es):
David Delgado Arquitectos SAS