En 2017 el departamento de Caldas se posicionó como el cuarto más competitivo del país y el sexto en el índice departamental de innovación (IDIC); cifras alentadoras para un departamento que en ese momento ocupaba el puesto 16 en población y representaba el 1.52% del PIB nacional, datos que no reflejaban el potencial demostrado por el capital humano y de investigación, que ubicaron a Caldas en segundo lugar, después de Bogotá.
El IDIC señaló la falta de infraestructura, para investigación, educación y transferencia de conocimiento, como una debilidad relevante en el aprovechamiento de la capacidad existente; esta debilidad, identificada por la Gobernación y la Universidad de Caldas, dio origen al proyecto para el Centro de Innovación para el departamento de Caldas. La estrategia planteada, además de dotar de infraestructura y nuevas capacidades de gestión al departamento, apunta a fortalecer la conexión con otras regiones del país, a través de su construcción en el municipio de La Dorada, el cual limita con el río Magdalena y los departamentos de Tolima, Cundinamarca, Boyacá y Antioquia.
El Centro de Innovación, dedicado principalmente a actividades de biotecnología, busca incrementar la productividad de pequeños agricultores y ganaderos de la región a través del aprovechamiento del potencial agroindustrial, la transferencia de conocimiento y la articulación entre el ecosistema de innovación y las empresas productoras y comercializadoras.
El edificio se encuentra ubicado en el corregimiento de Guarinocito, municipio de La Dorada, Caldas, en el kilómetro 45 de la vía Honda – La Dorada. Su localización, a un costado de la mencionada vía de nivel nacional, posibilita su conexión con numerosos municipios cercanos (25 aprox.), de los departamentos de Caldas, Cundinamarca y Tolima. La proximidad a la red de vías de tercera y cuarta generación, que actualmente se construye para conectar el norte y el centro del país, convertirán a La Dorada y su región anexa en un epicentro geográfico y estratégico para el desarrollo de la nación.
El predio donde tiene lugar el proyecto presenta grandes ventajas ambientales para el desarrollo de actividades de investigación y formación agropecuaria. Por un lado, su ubicación en la fértil cuenca del río Guarinó, cerca de la charca de Guarinocito, lo convierte en un laboratorio natural para la implementación de proyectos de innovación agrícola, pecuaria, silvopastoril, geológica y biológica, entre otros.
De otra parte, su localización en el valle fluvial del río Magdalena, en una zona poco urbanizada, garantiza que el proyecto goce de unas condiciones higrotérmicas menos extremas, a las que se podrían presentar en otra ubicación de dicho valle. A su vez, el recorrido del río Magdalena en dirección sur-norte enmarcado por las cordilleras central y oriental, condiciona la incidencia eólica en armonía con la orientación propuesta, bajo criterios bioclimáticos.
La cercanía al cerro El Bolilludo también constituyó una determinante significativa en la propuesta de implantación. La disposición del edificio brinda al usuario una relación visual constante con este icónico accidente geográfico y con el contexto natural inmediato. La diversa vegetación existente, tanto en el predio como en sus alrededores, condicionó la propuesta arquitectónica, la cual planteaba un primer piso liberado, protegido de las inclemencias del sol y la lluvia.
En estas condiciones se planteó una arquitectura con amplias aperturas hacia las fachadas norte-sur, que proveen ventilación cruzada al interior de todos y cada uno de los espacios del Centro de Innovación. En oposición a las extensas fachadas norte-sur, se propuso reducir al máximo las fachadas de naciente y poniente, con lo que se consiguió disminuir el impacto calórico en los espacios interiores. Es importante mencionar que, según los cálculos técnicos, se logran altos niveles de confort durante la mitad de las jornadas laborales y académicas del año. De igual manera se logró reducir a cero el consumo de iluminación artificial en las horas diurnas, en tanto las características de la fachada y la orientación del edificio, permiten el ingreso de iluminación indirecta (500 luxes) en los espacios centrales de la planta libre.
El edificio está soportado en un exoesqueleto en vector activo, con luces de 17m entre apoyos, que además de funcionar como corta sol, permite la realización de un espacio flexible y adaptable en el tiempo a las variaciones programáticas. El sistema estructural implementado también permitió reducir en 100 toneladas la cantidad de acero que hubiese demandado un sistema convencional al momento. La reducción en las cantidades de acero incidió en el costo final del metro cuadrado para la obra ($2.630.000), valor significativamente inferior a la media nacional para este tipo de infraestructura institucional.
Autor(es):
Edison Henao Carvajal (Profesor Universidad Nacional de Colombia)
Isabel Llanos Chaparro (Profesora Universidad Nacional de Colombia)
Estefanía Marín Murillo
Yeimy Marcela Ríos Rodríguez
Sergio Escobar Vargas