Tendemos a pensar que las construcciones que nos rodean simplemente delimitan el espacio y son el telón de fondo de la vida, un testigo silencioso del transcurrir del tiempo, y en ocasiones asociamos la construcción del espacio a un ejercicio netamente técnico o a un recurso de los políticos para generar las improntas en el territorio que les permitirán emprender futuras campañas.

Sin embargo, la arquitectura es más que eso, es una expresión cultural capaz de potenciar la diversidad a la vez que cimentar las pistas para entendernos como sociedad, no en vano mucho de lo que sabemos sobre las culturas ancestrales lo hemos aprendido de vestigios arqueológicos, de las ruinas de sus ciudades y construcciones, donde en piedra se escribieron sus cosmogonías y dieron forma a su cotidianidad.

Es entonces el espacio, interpretado a través de la arquitectura, una práctica cultural capaz de congregar a las personas o acompañarlas en soledad, crear espacios para reconocernos como sociedad y reafirmar nuestra relación con el territorio. Es una interesante confluencia de saberes, en sí misma no posee un núcleo ni una frontera disciplinar clara, es una especie de saber difuso, mestizo, una disciplina capaz de desatar procesos de polinización cruzada, albergando y permitiendo el libre desarrollo de otras disciplinas como la construcción o las ingenierías, pero más profundamente con otras expresiones culturales como las artes y oficios donde las ideas dispares se encuentran y se nutren las unas de las otras. Así, a través de la materialización del espacio no solo se captura el vacío, también se expresan las tradiciones y costumbres de una comunidad en un territorio particular y un momento especifico de la historia de la humanidad, correlacionando pasado, presente y futuro.

La arquitectura es capaz de catalizar el espíritu de un momento y permitir que, a través de ella, se expresen múltiples voces y saberes.

“Nuestra cultura es, en gran medida, producto de nuestra arquitectura. Si queremos elevar

nuestra cultura a un nivel superior, estamos obligados, nos guste o no, a transformar nuestra

arquitectura. […] El nuevo entorno que habremos creado de esta forma nos tiene que traer

una nueva cultrua”

Paul Scheerbart, La arquitectura de cristal 1914 La fundación Que sea un ECO promueve la realizacion de intervenciones de carácter experimental y efímero en el espacio, en torno a las cuales se desarrolla una serie de actividades académicas y lúdicas donde confluyen saberes diversos en torno a cuestiones espaciales, buscando disolver las fronteras disciplinares y promoviendo una especie de saber difuso, mestizo, capaz de desatar procesos de polinización cruzada.

A la fecha se han realizado dos exposiciones:

ECO 1, nov 2022: PASAFUEGO. Invitados: Arq. Carlos Pardo y Arq. Ana Maria Bustamante.

ECO 2, jul 2023: DE NOCHE TODOS LOS GATOS SON PARDOS. Invitados Arq. Juan

Manuel Peláez, Arq. Juan Esteban Ramírez y Arq. Picasso Dominguéz.

Autor(es):

Fundación Que sea un ECO: Arq. Camila Ángel, Artista Alejandro Tobón y Arq. Sebastián Mejía.

Intervención: Pasafuego: Arq. Carlos Pardo y Arq. Ana M. Bustamante.

Intervención: De noche todos los gatos son pardos: Arq. Juan Manuel Peláez, Arq. Juan E. Ramírez y Arq. Picasso Dominguéz.

Fotografías: Camila Angel, Isaac Ramirez, Carlos Velasquez.