En momentos donde la naturaleza ha sido insistentemente desplazada de los sistemas urbanos y la interacción es cada vez más ajena al orden natural, el entendimiento de la sostenibilidad como una oportunidad de innovación puede ser una forma efectiva para mejorar la relación entre la arquitectura y el lugar. Deshabituar el uso de arquitecturas nocivas, indiferentes y aisladas con alta responsabilidad en el cambio climático no solo es urgente sino inaplazable, porque no hay más alternativa que el desarrollo sostenible. En este sentido, es pertinente trazar caminos posibles hacia una redefinición de la relación entre los edificios y las personas, promoviendo una coexistencia más saludable y mejorando las condiciones de bienestar y confort. Hoy más que nunca, es necesario que los edificios incentiven un cambio de mentalidad, de hábitos y de patrones de uso con su arquitectura.

En la ciudad de Cali, la mayoría de los edificios de uso masivo, entre ellos los educativos, utilizan apoyos mecánicos para solucionar el confort térmico. En estos edificios, la dependencia de la refrigeración genera consumos que llegan a estar por encima del 60% del gasto de funcionamiento. Por lo anterior, el requerimiento de enfriar un edificio en clima cálido tropical debe propender por recuperar una arquitectura abierta, permeable y saludable, que sea menos hermética para que acoja a las personas sin depender exclusivamente del uso de aires acondicionados, y así disminuir altos costos en términos de enfermedad y consumos.

La Universidad Javeriana de Cali, como empresa socialmente responsable, ha promovido importantes acciones para atender su agenda del cambio climático. Al detectar fricciones con su entorno natural, ha implementado estrategias de recuperación y consolidación del campus, tales como la protección de su corredor ecológico, la arborización existente, la recuperación de los cuerpos de agua y humedales, la reducción de consumos y la promoción del uso de medios de transporte limpios, entre otras iniciativas, que han venido concientizado a la comunidad universitaria sobre la importancia de reducir el impacto sobre el medio ambiente.

En este sentido, el concurso para los nuevos laboratorios también fue promotor de una arquitectura más consciente y respetuosa con el lugar, al demandar edificios capaces de coexistir con su estructura ecológica y con las condiciones climáticas del lugar. El plan maestro hizo evidente el respeto por todas las preexistencias, atendiendo los componentes ambientales, paisajísticos y arquitectónicos como patrimonios de la universidad que debían ser valorados por la intervención. Con el título “Innovar para que otras cosas sucedan”, el proyecto ganador del concurso para los nuevos laboratorios de ingeniería de la Universidad Javeriana de Cali interpreta la iniciativa institucional como una apuesta por la innovación y la sostenibilidad. Consciente de un tiempo que no permite más desatenciones a lo ambiental, el proyecto aspira ser garante de una arquitectura de bajo impacto, que mejore las condiciones futuras del campus.

El Edificio Cedro Rosado

Para que lo nuevo pueda encontrar su lugar, nos tiene primero que estimular a ver de una forma nueva lo preexistente.

Con evidentes cercanías técnicas y estéticas a la arquitectura del campus y en clara concordancia en el uso del ladrillo como material predominante, la imagen del edificio multipropósito facilita la lectura de unidad institucional. En este caso, el punto de partida no fue la transformación del lenguaje arquitectónico existente, sino más bien la indagación sobre los elementos arquitectónicos que con el tiempo han amplificado la relación entre los edificios y las personas, como son los patios, las plataformas, y los porches, así como los puntos fijos y escalinatas, para develar primeramente las razones de bienestar y confort que incentivan el uso habitual y cotidiano de estos lugares en el campus.

En el proyecto, la interpretación de estos espacios habitables, como lugares plenos de confort, estímulo y encuentro, busca asociar la comprensión y concientización del problema climático en el campus con el uso eficiente y saludable de sus nuevos edificios educativos.

Lo Tipológico

Con una huella de implantación reducida por la arborización existente, la nueva plataforma programática se desarrolla verticalmente en 7 pisos que van desde los auditorios y el Design Factory, hasta las aulas y talleres para prácticas específicas. Con el objetivo de ofrecer espacios que estimulen la creatividad y favorezcan la innovación, fue fundamental elegir una tipología capaz de incrementar el uso del espacio común y las extensiones de las aulas. Una planta cuadrada en doble crujía resuelve el edificio como un bloque-torre, que compensa la discontinuidad propia de su sección apilada con un agujero central. Los corredores internos, dispuestos a lado y lado del agujero donde funciona una chimenea solar de alto rendimiento o termosifón, conectan las fachadas entre sí. Estos espacios de extensión por ser abiertos, permeables y absorbentes, están en permanente puente con el entorno, lo que los convierte en protagonistas, no solo cuantitativamente, sino cualitativamente, del control climático en el edificio.

Lo Espacial

Al proyectar la dimensión espacial del edificio dentro de una planta cuadrada con un núcleo convectivo, con una compartimentación interna que aprovecha la ventilación natural, con una rigurosa orientación solar y con la masa en el perímetro, se da lugar a un edificio que se comporta más como una caja térmica, capaz de lograr diferencias de 6 a 8 grados entre el exterior y el interior, que puede operar pasivamente durante más de 6 horas en una jornada, reduciendo significativamente los consumos. Organizado mediante tres crujías paralelas definidas por las pantallas estructurales, se delimitan los espacios comunes de los funcionales. La disponibilidad de todas las fachadas permite alternarlas según el tipo de espacio, ubicando las aulas o espacios formales en las fachadas norte y sur donde predominan los vientos, mientras los espacios comunes en las fachadas este y oeste, donde hay más ganancia térmica, para servir de aislamiento a los espacios centrales donde las aulas tienen más permanencia. Desde los porches de la planta baja hasta la terraza, una progresión de espacios comunes disponibles en fachada sirven de transición hacia las aulas, favoreciendo el contacto directo con el paisaje a diferentes alturas, donde se pueden enmarcar las visuales cercanas y lejanas. El edificio es un dispositivo de observación que permite hacer itinerarios visuales del paisaje desde el campus al sector, a la ciudad y al territorio.

Lo Técnico
La intervisibilidad del edificio es resultado de una fachada sistemática, calculada y modulada en rigor de acuerdo a la organización interna del edificio. Esta envolvente espacial tipo celosía vertical de machones en ladrillo yomasa están orientados según el requerimiento de control solar. A través de esta fachada se proyecta el mundo interior en el exterior, con una transparencia que no impide otorgarle al edificio una sensación de homogeneidad y totalidad, acorde con la imagen general del campus. Internamente, el edificio reduce al mínimo los elementos estructurales para maximizar el área útil, y al evitarlos en fachada, deja a la vista su aptitud técnica y al mismo tiempo ofrece un margen para la flexibilidad. La congruencia entre la estructura y el espacio, la homogeneidad espacial, la estandarización técnica, y sobre todo el rigor bioclimático, lo convierten en un edificio educativo con altos estándares de sostenibilidad.

Con la idea de que la arquitectura también enseña a habitar correctamente el lugar, el edificio promueve distintos escenarios para uso del espacio común, tales como porches, balcones y terrazas abiertos al paisaje, donde se da el encuentro entre las personas, y donde el contacto cara a cara entre los estudiantes y los docentes, inspira la cooperación.

Autor(es):  ESPACIO COLECTIVO ARQUITECTOS

ARQ. CARLOS HERNAN BETANCOURT
ARQ. ALDO MARCELO HURTADO

Fotografías: Santiago Robayo