El proyecto está situado en el barrio El Diamante, en la parte baja del Poblado, al sureste de Medellín. Este sector mantiene una escala doméstica y se ha mantenido al margen de los fenómenos de transformación urbana que afectan a los terrenos cercanos al corredor de movilidad de la Avenida El Poblado. Esto podría ser resultado del interés de los propietarios y vecinos por conservar un barrio donde la tranquilidad, evocada por los sonidos naturales, podría verse amenazada por el crecimiento de las construcciones, cambios en la proporción entre lo natural y lo construido, y el aumento de la densidad. Ante los desafíos sociales y físicos mencionados, se plantea un proyecto residencial a escala barrial que promueve una transformación gradual del entorno y la introducción de nuevas dinámicas de uso y habitabilidad. En la base del edificio se albergan 5 espacios comerciales diseñados para fomentar actividades públicas vinculadas a la calle.

A medida que el visitante se acerca, es recibido por un edificio que se adapta a la curvatura original del lote, en un gesto sutil de integración con el entorno. La ubicación del edificio está determinada por la presencia de dos árboles adultos: una Araucaria de 35 m de altura en el lado sur y una Palma Bismarckia de 20 m en el lado norte. Ambos árboles se conservan con el propósito de establecer un diálogo entre el edificio y las condiciones naturales del lugar. En este recorrido de llegada, se presenta un vacío central cuya continuidad vertical demarca el punto de acceso. El hall de ingreso se sitúa bajo un vacío elíptico a lo largo del cual se dispone la escalera de emergencia, reivindicando la circulación vertical como un espacio de encuentro con otros y con el paisaje, más allá de su función normativa de evacuación.

En los niveles superiores, el edificio alberga 34 apartamentos de 6 tipologías diferentes (entre 110 y 523 m2). Esta diversidad tipológica surge con la intención de explorar diversas formas habitacionales que fomenten intercambios sociales, enriquezcan la vida comunitaria y otorguen al edificio un carácter de pequeño vecindario. Como característica espacial común entre las tipologías, se propuso que los balcones se ubiquen a lo largo de la fachada principal, beneficiando así a los espacios habitables de las viviendas (habitaciones y áreas sociales), promoviendo un contacto directo con el exterior como alternativa saludable tanto física como mentalmente, frente a posibles situaciones de aislamiento.

Los apartamentos están agrupados a lo largo de corredores colectivos abiertos al paisaje, concebidos como lugares de encuentro, descanso y contemplación del entorno, creando una secuencia espacial fluida donde la luz, el viento y las personas fluyen libremente. Desde la perspectiva de la sostenibilidad ambiental y social, el proyecto incorpora una amplia gama de estrategias pasivas de adaptación: la disposición de los servicios de las viviendas como barrera de protección contra el poniente, la presencia de vacíos entre los apartamentos para ventilación natural y aislamiento acústico, balcones y corredores profundos que actúan como filtros y controladores térmicos, la elección de materiales naturales esenciales para una arquitectura duradera, la diversidad tipológica, la disposición de usos que responden a la vitalidad de la calle, y la porosidad del edificio como estrategia climática y social. Todas estas estrategias subrayan la búsqueda del equilibrio entre estrategias sociales y ambientales para garantizar la construcción de un bienestar social duradero.


Autor(es): OBRANEGRA ARQUITECTOS

CARLOS PARDO
MAURICIO ZULOAGA
NICOLÁS VÉLEZ

Fotografías: Sergio Escobar, Edison Henao Carvajal, Isaac Ramírez