La casa se ubica en un predio muy pequeño, una cuña que remata al pie de monte del parque El Salado, disfrutando por ello de su cercanía con el talud y de la vista lejana hacia la ciudad.

La apuesta es implantar un volumen compacto de dos niveles, que se comprime para lograr liberar el suelo y construir dos patios pasantes, que multiplican la vinculación y permeabilidad de la casa hacia el paisaje. Parte de nuestra tarea fue realizar una siembra cuidadosa de especies, pues el predio a pesar de su emplazamiento privilegiado, estaba completamente deforestado. Los jardines se llevaron a los patios y terrazas, pero especialmente al interior, trabajando con el verde como protagonista de la paleta de materiales que define la casa.

Se disponía de un presupuesto limitado, por lo cual, convertimos esta restricción en una premisa de diseño, apelando a una sobria honestidad material, componiendo con el concreto visto, tanto estructura como envolvente, para aprovechar la nobleza tectónica del material y conseguir una unicidad de superficies, que juega en pro de la amplificación del espacio. Así, jardín, concreto, vidrio y una sencilla carpintería en madera rústica constituyen la casa. El concreto como protagonista se trabajó de manera artesanal, realizando los vaciados en obra y contrastando las superficies a través de la experimentación con diversos modos de armar las formaleterías y de desencofrar.

La casa se ordena en torno a un patio de luz, en el cual, un lucernario baña e inunda lumínicamente el espacio de las escaleras, que vinculan las dos plantas de la casa. El Ficus Pandurata sembrado en su centro de modo que fuera creciendo con la vida familiar, es tanto un ordenador de diseño, como un anhelo de los habitantes. El programa incluye dos estancias autónomas en primera planta para los abuelos, así como todo el componente social y en segundo nivel, las habitaciones de los padres y la hija, y, un espacio flexible para huéspedes y estudio.

La simplicidad tipológica y la claridad del esquema, se ven enriquecidas por el trabajo material, las diagonalidades y obturaciones espaciales, las grandes aperturas que duplican la espacialidad y la vinculan orgánicamente con el paisaje y, el énfasis en el juego de claroscuros, luz y penumbra, que permiten un discurrir entre estancias naturalizadas.

Autor(es):

Nathalie Montoya Arango
Profesora Asociada, Universidad Nacional  de Colombia, Sede Medellín
Diego López Chalarca
Profesor Asociado, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín

Fotografías: Alejandro Arango