Cada espacio construido para habitar es la historia viva de un puñado de anhelos y memorias a la vez.

Una casa se convierte en un espacio plural, donde el hombre – en el hacer -, la arquitectura – a través del juego de los materiales – y el medio ambiente – con sus recursos naturales -, se inspiran y conmueven mutuamente.

La idea de esta casa de campo surge de los retos impuestos por el periodo de pandemia, que condujeron a reevaluar el concepto de nuestro hábitat al vernos forzados a vivir y trabajar en un mismo espacio por largos periodos de tiempo.

Pensado para un amante de la ciencia y el arte, este lugar debía albergar espacios de vivienda que pudieran transformarse en talleres, reinterpretando así el concepto de habitar. Los arquitectos Andrés Moreno y Alejandra García de Arklimatica, responden a esa problemática desde la definición del arte factum, “hecho con arte”, entorno a la idea de diseñar un “objeto arquitectónico” que pudiera contener varias funciones, orientadas hacia el arte de hacer. Es así como el proyecto es deliberadamente concebido como un artefacto y no como una casa.

Esto supone un ejercicio complejo en el contexto de la Villa de Leyva – municipio reconocido como monumento nacional – donde la normativa urbana impone materiales, colores y formas de la arquitectura colonial.

Esta propuesta es el resultado de un ejercicio de reinterpretación contemporánea que conserva los elementos de carácter patrimonial. El programa requerido consiste en un taller de pintura con luz natural abundante, una sala de música con acústica perfecta, un taller de trabajo en tecnología con óptimas condiciones de temperatura, un área polivalente de alimentos, habitaciones que pudieran replegarse como un salón múltiple y un espacio de observatorio astronómico.

El proyecto se implanta alineándose a la trayectoria de las estrellas de oriente a occidente, disponiendo muros sueltos como elementos arquitectónicos para generar espacios de transición, enmarcar las visuales, controlar el viento frío y al mismo tiempo convertirlos en elementos paisajísticos que se transformen con el paso de los años en vegetación que se integre a su hábitat, mimetizándose con el entorno.

La propuesta se articula a través de espacios modulables donde se desarrollan las actividades. Dadas las dimensiones y las características que exigía el programa, que debía realizarse en un solo nivel, se plantea una distribución basada en la tipología de patio como reminiscencia de la casa colonial, que acoge un ágora como espacio de encuentro. Al ocultar sus cerramientos, este espacio se convierte en una extensión más de los espacios habitables. Se plantea un corredor longitudinal central y dos alas perpendiculares, al oriente y occidente, que dibujan las cubiertas a dos aguas exigidas por la normativa, permitiendo al elemento central del artefacto – el telescopio – liberar ángulos visuales sin obstrucciones para la observación de las estrellas.

Al levantar las cubiertas livianas del basamento más pesado y aislado, se brinda luz natural exuberante a todos los espacios.

La disposición del conjunto de superficies transparentes orientadas al sol naciente y poniente corresponde a un ejercicio metódico de análisis del clima para captar luz natural y controlar la radiación solar a través del patio y las fachadas. El proyecto está basado en una estrategia bioclimática de doble orientación de la radiación y un cuidadoso balance entre inercia térmica, ventilación natural y aislamiento como factor de conservación de la energía, garantizando temperaturas de confort interior constantes. Es así como el primer componente tecnológico del proyecto diseñado por la firma Arklimatica – especializada en ingeniería bioclimática – es la arquitectura misma.

A esto se suman la domótica para el ahorro y la producción de energía, la captación y reciclaje de aguas para el uso de los sanitarios y el riego, y el minucioso control de la calidad acústica con el cielo raso y la disposición de las superficies.

La construcción utiliza materiales del lugar y toda la madera proviene de bosques certificados. Finalmente, el uso ingenioso de los materiales, como las tejas de barro dispuestas a modo de cortina que capta el calor por su inercia térmica, que en verano se usan como fuente de agua, constituyen una estrategia climática de innovación de los materiales tradicionales.

El proyecto funciona a manera de estancias que se suceden, se abren, se cierran y se combinan de acuerdo con su uso y ocupación, a excepción de las áreas técnicas de servicio, que redefinen también su espacialidad.

Los espacios convencionales de vivienda desaparecen se convierten en áreas de usos diversos, que pueden acoger múltiples actividades, por lo cual la casa ha sido llamada por sus habitantes como “La facultad”. Esta obra, resultado de un ejercicio artístico y científico, representa una reflexión sobre el hábitat desde la dimensión social y ambiental. Reevalúa el concepto de habitar de la vivienda tradicional de campo al evaluar la evolución del uso de los espacios y reinterpreta de manera moderna los elementos de la arquitectura colonial dentro de un contexto normativo complejo, a través de una propuesta integral de construcción autosostenible que se adapta a su hábitat.

Autor(es): ARKLIMATICA – Arquitectura e Ingeniería sostenible

Arquitectos diseñadores:
– Arq. Andrés Moreno Sierra
– Arq. Alejandra García
Equipo:
– Arq. Mauricio Pieschacón
– Arq. Sebastian Salamanca Ballesteros
– Arq. Luisa Fernanda Palacios

Fotografías: Llano Fotografía